"En ciertos momentos muy claros de la meditación, como
aquellos en que, al principio de la tarde, vago observador por las calles, cada
persona me trae una noticia, cada casa me ofrece una novedad, cada letrero
contiene un aviso para mí. Mi paseo callado es una conversación continua, y
todos nosotros, hombres, casas, piedras, letreros y cielo, somos una gran
multitud amiga, que se codea con palabras en la gran procesión del Destino..."
Así describe Fernando Pessoa Lisboa en el Libro del
desasosiego. Una ciudad con alma, mágica y única. Y es que la
capital lusa es un verdadero diamante en bruto... Como Portugal. El gran
desconocido de Europa. No obstante, esto no ha sido siempre así.
Hubo una época dorada en la que el Reino de Portugal iba a
la cabeza de las exploraciones europeas. Su localización, en un extremo del
continente, frente a un inmenso océano desconocido y lleno de monstruos marinos
- o al menos, eso se creía - brindaba a los portugueses unas oportunidades
inigualables. ¡Y una fuente de inspiración!
No es de extrañar que Fernando Pesoa, al igual que muchos
otros escritores lusos, dedicara un libro entero a ese glorioso pasado
portugués y a sus protagonistas. Esta obra se llama Mensaje (Mensagem) y
curiosamente fue la única publicada en vida.
Aquí os dejo dos poemas que reflejan esta grandiosa época de
la Historia lusa.¡Disfrutad!
Horizonte
Mar de antes de nosotros, tus temores
coral tenían, playas y arboledas.
Despejadas la noche y la neblina,
pasadas las tormentas y el misterio,
se abría lo Lejano en flor, y el Sur astral
sobre la naves de la iniciación resplandecía.
Línea severa de lejana costa:
cuando la nao se acerca se yergue la ladera
de árboles donde nada lo Lejano tenía;
más cerca, se abre en sones y colores la tierra
y hay, en el desembarco, aves y flores
donde había, de lejos, sólo una línea abstracta.
Soñar es ver las formas invisibles
a distancia imprecisa, y, con sensibles
impulsos de esperanza y voluntad
buscar allá en la fría línea del horizonte
árboles, playas, flores, aves, fuentes:
besos que nos debía la Verdad.
Mar portugués
¡Oh mar salado, cuánta de tu sal
son lágrimas de Portugal!
Para que te cruzáramos, ¡cuántas madres lloraron,
cuántos hijos en vano rezaron!
¡Cuántas novias quedaron por casar
para que fueses nuestro, oh mar!
¿Valió la pena? Todo vale la pena
si el alma no es pequeña.
Para pasar el cabo Bojador
hay que pasar más allá del dolor.
Dios dio el peligro y el abismo al mar,
pero en él hizo al cielo reflejar.