lunes, 22 de mayo de 2017

Rimbaud y la maldición del poeta

19 años. 19 años fue la edad con la que Arthur Rimbaud dejó de escribir poesía. 19 años fue el tiempo que necesitó para pasar a la Historia como un poeta maldito. 19 años fueron suficientes para convertirse en un icono que influiría en la literatura, el arte y la música de los siglos XIX y XX. 19 años.


Rimbaud marcó un antes y un después en la literatura moderna. Casi sin quererlo. ¡Quién iba a pensar que una persona que deja de escribir prácticamente en su adolescencia fuera a ser tan determinante! Y no deja a nadie a indiferente. Ya sea por sus aventuras amorosas con Verlaine, que ya en aquel entonces escandalizaron a la élite parisina; por su estrecha relación con las drogas o por su obra, crítica con las instituciones, sobre todo con la Iglesia.

Rimbaud no trata de ser políticamente correcto ni de agradar al público. Tiene poemas duros, desagradables, que exponen su alma de poeta maldito. Su esencia está presente en cada sílaba, en cada palabra, en cada verso.

Para mostraros su fuerza, a continuación os dejo dos piezas de su obra. La primera es mi poema favorito de Rimbaud, Mi bohemia”, que personalmente creo que describe el movimiento homónimo a la perfección. La segunda muestra su esencia atormentada. Coged aire, porque son intensas.


Mi Bohemia

Me largaba, las manos en mis bolsillos rotos;
mi paletó también se volvía ideal;
bajo el cielo iba, Musa, y yo era tu vasallo;
¡cuántos maravillosos amores he soñado!

Mi único pantalón tenía un siete enorme.
-Soñador pulgarcito, desmigajaba rimas
en mi camino-. Era la Osa Mayor mi albergue,
y mis estrellas en el cielo hacían un fru-frú dulce;

y yo las escuchaba, sentado en las cunetas,
en esas noches de septiembre en que en la frente sentía las gotas
de rocío como un vinillo reconstituyente;

o en que rimando en medio de las sombras fantásticas,
como cuerdas de liras, yo tiraba de los cordones
de mis malheridos zapatos, con un pie cerca del corazón.



Mañanas

¿No tuve en un tiempo una juventud amable, heroica, fabulosa, como para escribir sobre hojas de oro, -demasiada suerte? ¿Por qué crimen, por qué error, he merecido mi debilidad actual? Vosotros, que pretendéis que las bestias lancen gemidos de pena, que los enfermos desesperen, que los muertos sueñen mal, tratad de contarme mi caída y mi sueño. Yo no sé explicarme más que el mendigo con sus continuos "Pater" y "Ave María", ¡Ya no sé hablar!

Sin embargo, hoy, creo haber terminado el relato de mi infierno. Era ciertamente el infierno; el antiguo, aquel cuyas puertas abrió el hijo del hombre.

Desde el desierto mismo, en la misma noche, siempre mis ojos cansados se despiertan a la estrella de plata, siempre, sin que se conmuevan los Reyes de la vida, los tres magos, el corazón, el alma, el espíritu. ¿Cuándo iremos, más allá de las playas y los montes, a saludar el nacimiento del nuevo trabajo, la nueva sabiduría, la huida de los tiranos y de los demonios, el fin de la superstición, a adorar -¡los primeros!- la Navidad sobre la tierra?


¡El canto de los cielos, la marcha de los pueblos! Esclavos, no maldigamos la vida.


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