Eloísa está debajo de un almendro es una de las obras más conocidas del madrileño Enrique Jardiel Poncela. Pero ¿qué fue de Eloísa? Nadie suele preocuparse por el después de los personajes de las obras. Nadie... salvo Ernesto Caballero.
El director de Jardiel, un escritor de ida y vuelta comienza así la pieza teatral: Eloísa echándole en cara a Jardiel Poncela no haber sido la protagonista de ninguna obra. Está bien: aparece en el título de una... ¡pero ella quiere más! Así, ambos deciden convertirse en Leticia y Pepe y protagonizar Un marido de ida y vuelta.
Hilarante. Desde el minuto uno hasta el final, no puedes contener la risa. Un Jacobo Dicenta excepcional junto a una Lucía Quintana que no puede brillar más; ambos acompañados de un reparto inigualable, llevan a cabo una adaptación de la obra de Jardiel Poncela espectacular.
La lámpara que se enciende sola. El mismo libro que vuelve a aparecer una y otra vez. ¡Qué romántico se ha vuelto Paco! Y Pepe por ahí, al acecho, sin descansar. El fiel mayordomo peleado con las luces. El médico que no hace ni un diagnóstico acertado...y otros tantos personajes entrañables y divertidos que hacen de esta comedia una de las mejores del siglo XX.
Es curioso que Enrique Jardiel Poncela, al igual que otros muchos autores, falleciera sin tener el reconocimiento que se merecía. Seguro que él nunca pensó que su obra fuera a trascender de tal manera. Lo que está claro, es que esta adaptación de Ernesto Caballero es un ejemplo de la admiración que sus piezas suscitan todavía hoy.
Decía este escritor sobre el teatro que «en esa especie de alféizar que es la batería, el público
tiene que apoyarse para contemplar siempre un inusitado espectáculo; esta valla
de luz debe ser la frontera que separe dos mundos no sólo diferentes, sino
distintos, opuestos, antagónicos: ahí, en la penumbra, la vida cotidiana, los
problemas domésticos, lo corriente, lo normal; aquí, mil juegos de luz, lo
puramente imaginario, lo imposible, lo absurdo, lo fantástico; ahí la realidad;
aquí el sueño; ahí lo natural; aquí lo inverosímil; ahí las preocupaciones, las
pesadumbre, la tristeza repetida; aquí —como compensación divina ofrecida por
el arte— la despreocupación, las alegrías, la risa renovada.»
Desde luego, con Jardiel, un escritor de ida y vuelta esa compensación divina ofrecida por el arte se consigue... ¡y con creces!
Esta obra está siendo representada en el Teatro María Guerrero hasta el 12 de febrero. Aquí os dejo el enlace con más información.