Rusia es un país que siempre ha despertado interés en la
gente, ya sea por su idioma (considerado uno de los más difíciles del mundo),
su historia, sus inviernos siberianos o su literatura. A mí, personalmente, me
atrae más su (casi) indescifrable lengua que sus autores en sí. No obstante,
siempre está bien probar ¿no? Por eso, el sábado pasado fui a ver Tres Años al
Teatro Guindalera, una adaptación de la obra Tri Goda de Chéjov. A continuación
os dejo el argumento:
Cinco personajes de la España de los años treinta viajan a
nuestros días y nos cuentan lo que les sucedió durante tres años en su búsqueda
de la felicidad a través del amor y sus múltiples formas de manifestarse. Y
mientras nos “representan” ese pasado ya vivido, a veces de forma absurda y grotesca,
se preguntan y nos apremian a preguntarnos: ¿es posible que el amor nos ayude a
tocar aunque sea de refilón el cielo de la felicidad? ¿Qué nos impide que esto
suceda? Y lo hace con un punto de vista tierno y amable.
Cabe decir que, a pesar de que la literatura rusa no es de
mis favoritas, la representación fue impecable. Es cierto que se me hizo algo
larga. En mi opinión, en esas dos horas podrían haber pasado muchas más cosas
que las que ocurrieron en verdad, ya que a partir de los primeros 15 minutos no
hubo apenas cambios en la acción principal. Eso sí, de vez en cuando dejaban en
el aire alguna reflexión sobre el amor y la felicidad muy interesante.
Sin embargo,sin duda alguna, lo mejor de la obra fueron las
actuaciones. ¡Pero qué artistas! En especial, María Pastor en el papel de
Julia. Con qué gracia, con qué arte se movía por el escenario. Y ya si hablamos
de su interacción con Alejandro (Raúl Fernández).... Bueno, bueno, bueno. ¡Qué
combinación!
En pocas palabras: aunque la trama no me haya convencido
demasiado, la actuación es impecable.
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