"En un día el sol alumbra
y falta; en un día se trueca
un reino todo; en un día
es edificio una peña;
en un día una batalla
perdida y victoria ostenta;
en un día tiene el mar
tranquilidad y tormenta;
Esen un día nace un hombre
y muere; luego pudiera
en un día ver mi amor
sobra y luz, como planeta;
pena y dicha, como imperio;
fente y brutos, como selva;
paz e inquietud como mar;
triunfo y ruina, como guerra;
vida y muerte, como dueño
de sentidos y potencias".
Ufffffff ¡qué forma de comenzar! Estas palabras corresponden
al personaje de Álvaro en la obra El alcalde de Zalamea, del inigualable
Calderón de la Barca. Componen, personalmente, una de las mejores
intervenciones de la pieza.
Os preguntaréis por qué ahora de repente os hablo de esto.
Muy sencillo. La Compañía Nacional de Teatro Clásico se ha encargado de darle
vida a esta obra emblemática y está actualmente representándola en el
rehabilitado Teatro de la Comedia.
Afortunadamente, he tenido la oportunidad de verla y ha sido
magnífica. Con un inmejorable Carmelo Gómez como Pedro Crespo encabezando un
elenco fantástico, hasta el propio Calderón de la Barca se habría quitado el
sombrero ante ellos. Pero no solo los actores. La puesta en escena y la escenografía han sido
excelentes. Y unos efectos especiales...Increíbles. Sin duda, la suma de todos
estos factores la convierte en un imperdible.
Además, a lo largo de toda la obra aparece el tema del honor, un
clásico entre los clásicos. En la época este valor era algo fundamental,
igualado solo con la propia vida. Esto se puede apreciar en numerosos momentos,
como en la intervención: "¿Qué importará, si está muerto mí, el quedar yo
vivo?".También el tema de la sangre y los estamentos. El alcalde de Zalamea
plantea una crítica abierta a este tipo de sociedad, demostrando que el
haber nacido siendo villano o noble en verdad solo es una etiqueta.
En pocas palabras: un clásico más que interesante,
magistralmente interpretado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
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