Hoy ha sido otro de esos días oscuros en los que muchas personas inocentes han perdido la vida. Algunos han atribuido el ataque a ese gran enemigo que supuestamente quiere acabar con el mundo tal y como lo conocemos: el Islam. ¿De verdad una religión es la culpable de todo este odio? ¿Qué tipo de Dios querría que la gente muriera en su nombre? El Islam, el Cristianismo, el Judaísmo, el Hinduismo y el Budismo son creencias diferentes, sí. Pero tienen algo en común: el amor como pilar fundamental.
No obstante, mi motivación hoy aquí no es demostrar la supremacía del amor. He decidido escribir esta entrada porque llevo todo el día pensando que se está pasando por alto algo fundamental. Hablaban en el telediario de terrorismo doméstico. Comentaban que el arma AR-15, con la que se ha cometido esta barbarie - y también las matanzas de estos últimos años- puede adquirirse en la tienda de la esquina, como quien dice.
Yo escucho esto y me planteo cómo es posible. Cómo es posible que en un país como EEUU en pleno siglo XXI se pueda comprar un arma libremente. Cómo es posible que haya casi más controles de armas en los colegios que en los aeropuertos.
Muchos, demasiados, dirán que es por seguridad. Porque así se sienten más protegidos. Y yo me pregunto, ¿de qué se defienden? ¿qué amenaza les acecha en las calles de su propio país? ¿cuántas personas más van a tener que morir para que esta potencia económica se plantee que tienen un serio problema con las armas? ¿cuántos niños, jóvenes, adultos más perderán la vida?
Y así pasan las horas, se hace de noche y yo sigo sin encontrar respuestas para estas preguntas. Pero hay una cosa que tengo clara. Me siento privilegiada por vivir en Europa y poder sentirme segura sin tener que llevar un arma de fuego pegada a mí.
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