“La escritura es un equilibrio universal entre lo terrenal y lo celestial, lo horizontal y lo vertical, la curva y la recta, lo abierto y lo cerrado, lo ancho y lo estrecho, la alegría y la tristeza, la dureza y la ternura, la severidad y el juego, la energía y la caída, el día y la noche, el Ser y la Nada, el Creador y la Creación”
La caligrafía árabe es todo eso. Un instrumento de poder y belleza que merece ser ensalzado como tal. Ser calígrafo supone dedicar toda la vida a este fin, consiguiendo la curva con la inclinación exacta; alcanzando la rectitud más absoluta con cada trazo.
Hace unos años tuve la oportunidad de realizar un curso de iniciación a la caligrafía árabe en estilo thuluth con Pablo Casado, del cual os hablé aquí. El hecho de haber podido- o al menos intentado- aprender un poco de este arte ha hecho que me enfrentara con más ganas a leer El secreto del calígrafo de Rafik Schami.
Tengo que admitir que la trama no me ha entusiasmado demasiado. Personalmente, algunas partes no aportaban mucho a la historia principal. No obstante, esto se compensaba con dos aspectos que han hecho que siguiera leyendo hasta el final: la historia de la caligrafía árabe y la descripción de Damasco en los años posteriores a su independencia.
La relación que tenemos los europeos con la caligrafía no se acerca-ni de lejos- a la que tienen los árabes. El valor que se le ha dado y se le sigue dando es digno de admirar, porque realmente es un arte. Por ello, conocer un poco la historia de la caligrafía ha sido muy interesante; sobre todo el hecho de aprender sobre la figura de Ben Muqla y su papel en el desarrollo de este campo.
En segundo lugar, lamentablemente, todo lo que he leído últimamente sobre Siria ha sido a partir de 2011 o, como mucho, los años previos. No había caído entre mis manos ningún libro cuyo contexto fuera Damasco en los años 50. Me ha gustado mucho poder ver, a través de un relato de ficción, cómo era la capital siria; la convivencia religiosa; la forma de vida. De hecho, gracias a Schami, creo que más adelante intentaré seguir investigando más en esa etapa histórica del país árabe.
Poniéndolo todo en una balanza, sí que ha habido momentos en los que se me hacía un poco pesado, aunque estos se intercalaban con apasionantes descripciones de Siria o de la caligrafía árabe, compensando así capítulos más lentos con el lirismo característico de los escritores árabes. No lo considero un libro imprescindible, aunque si tenéis interés por alguno de los temas anteriores, seguro que os gustará.
“Y si se quiere hacer música cuidadosamente con las letras, el espacio entre ellas y entre las palabras aún requiere mayor habilidad. Los espacios vacíos son instantes de silencio. Y, lo mismo que la música árabe, también la caligrafía apuesta por la repetición de determinados elementos que no solo promueven la danza del cuerpo y el espíritu, sino también la separación de la esfera terrena para alcanzar otras esferas”.
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