domingo, 20 de agosto de 2017

Océano África

África.

¿Qué es África? ¿Qué sabemos de África? Nada o menos. Al menos de forma general. O lo asumimos como un todo. De ahí que sea todavía necesario repetir que África no es un país. Algo tan obvio, pero tantas veces percibido así.

África.

Decía Ryszard Kapucinsky que “este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos “África”. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe”.

Y es cierto. África es un continente inmenso: 55 países, más de mil millones de personas, multitud de etnias y culturas. África es diversidad y vida.

África.

Un océano. Esto es África para Kapucinsky. Y para Xavier Aldekoa. Este periodista catalán; después de pasar más de diez años recorriendo el continente vecino decidió recoger sus vivencias en un libro que no podría llamarse de otra forma: Océano África.



Mali, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Angola, Camerún, República Centroafricana, Botsuana, Togo, Kenia, Somalia, Nigeria, Sudán del Sur, Mozambique, Yibuti, Sudán. Aldekoa se sumerge en todos estos países africanos para ver, escuchar y contar cuál es esa realidad. En RDC, en un momento, dice:

“A menudo me preguntan por qué viajo a África (…). Yo viajo a África para explicar que una niña congolesa se ata bolsas de plástico en los pies porque no tiene zapatos. Para intentar entender que en el Congo la gente no mata por salvajismo, mata por interés. Por el poder. Como en cualquier parte del mundo. Y para contar también que hay gente que no mata. Personas anónimas que, cuando todo se hunde a su alrededor, deciden proteger a los suyos, arriesgarse a ayudar al vecino y aceptar que pueden morir en el intento. Personas que solo quieren vivir sus vidas y que les dejen en paz. Personas que, cuando el mundo se va al infierno, eligen tener el valor de ser seres humanos. Hay millones de personas así en África”.

Porque en África, al igual que en todas partes, hay personas buenas y malas; hay paz y hay guerra; hay hambre, desesperación; pero también hay ilusión y felicidad. Como dice Boubacar Boris Diop, intelectual senegalés: “En África, como en el resto del planeta, encontramos lo mejor y lo peor. Hay que ser idiota para afirmar que nuestro mundo es un remanso de paz y que solo África perturba esta armonía universal”.

Por eso hay que leer a Aldekoa. Para conocer ese océano que es África, con su lado más dulce y con lo más amargo. Y, sobre todo, para aprender. A mí, personalmente, me ha abierto nuevos horizontes. No sabía nada sobre los pigmeos en Camerún; el petróleo en Angola; en qué consiste la Lobola; los bosquimanos o san en Botsuana; la contaminación por culpa del crudo en Nigeria; o cómo China se está abriendo paso en este continente. Un desconocimiento total.

Es cierto que África, en mi caso, comenzó a ser una realidad más cercana este julio y, para mí, África es cada uno de los chicos cameruneses, malienses y guineanos que conocí en julio en Ceuta. Pero sé que ellos son la punta del iceberg de un continente inmenso, lleno de vida y diversidad, que merece ser conocido. Y leer a Aldekoa es un primer paso para ello.




“Para querer a África no basta con soñarla, hay que caminar sus calles, reírse con su gente, escuchar sus alegrías o tristezas, sentirse ridículo por no entender nada y volver a sorprenderse para comprender. Cualquiera que ansíe conocer un territorio tan vasto y diverso debe recorrerlo con los ojos abiertos y cerrarlos para volver a empezar”.


sábado, 19 de agosto de 2017

Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo

La maternidad. A veces la visualizo muy claramente, mientas que otras la intuyo como algo muy lejano y abstracto. Al menos me consuela que no sea una decisión que tengo que tomar ahora...

Y entonces ¿qué hago leyendo libros sobre educación como este? En primer lugar, porque en caso de elegir esa opción de vida, tengo claro que los educaría en la igualdad; en el feminismo. Pero no solo por esto: creo que la formación de una persona nunca acaba y cuantas más herramientas pueda adquirir para luchar contra la desigualdad y la discriminación; para conseguir un mundo más igualitario y justo; mejor.



En este libro, Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo, Chimamanda le da a su amiga quince herramientas para educar en el feminismo. Quince sugerencias aplicables a cualquier persona, no solo de cara a los más pequeños. Es cierto que la educación es el arma más poderosa que tenemos y, por lo tanto, si desde el primer momento se fomentan unos valores, es mucho más fácil que sean adquiridos...mucho más que cambiar ideas fijas en adultos. Porque el feminismo empieza en la educación. Pero (siempre hay un pero) esto no implica que sea imposible. Siempre se puede cambiar la mentalidad de las personas, tengan la edad que tengan. La educación es un proceso que dura toda la vida.

Por eso, este pequeño librito de apenas 90 hojas, debería ser obligatorio para todos. Hombres y mujeres, mayores y pequeños, en todos los países del mundo. No solo porque sirve de cara a la educación de las futuras generaciones, sino porque también obliga a hacer un examen de conciencia y a replantearse muchas cosas. Algo muy necesario.

No habla de grandes cambios ni trata de construir castillos en el aire. Ella se centra en las pequeñas acciones, en esos gestos del día a día que son precisamente la clave del cambio. Quizá  muy obvios para algunos, pero desconocidos para otros muchos. En cualquier caso, mientras haya una sola persona que esté bajo el yugo del machismo, habrá que seguir trabajando por y educando en el feminismo. Porque nadie es libre hasta que todos seamos libres.

Como ejemplo, una de las reflexiones que habría que subrayar, destacar y enmarcar.

 "¿Si una mujer tiene poder, por qué tiene que disimularlo? La triste verdad es que nuestro mundo está repleto de hombres y mujeres a quienes no les gustan las mujeres poderosas. Nos han condicionado tanto con que el poder es masculino que una mujer poderosa nos parece una aberración. Y como tal la vigilan. De una mujer poderosa nos preguntamos: ¿Es humilde? ¿Sonríe? ¿Es lo bastante agradecida? ¿Tiene también su lado doméstico? Preguntas que no nos planteamos de los hombres poderosos, lo cual prueba que no nos incomoda el poder en sí, sino las mujeres. Juzgamos más duramente a las mujeres poderosas que a los hombres poderosos".




Porque hemos avanzado mucho, pero todavía queda un largo camino por recorrer. Porque sobran motivos por los que todos deberíamos ser feministas.

domingo, 13 de agosto de 2017

El secreto del calígrafo

“La escritura es un equilibrio universal entre lo terrenal y lo celestial, lo horizontal y lo vertical, la curva y la recta, lo abierto y lo cerrado, lo ancho y lo estrecho, la alegría y la tristeza, la dureza y la ternura, la severidad y el juego, la energía y la caída, el día y la noche, el Ser y la Nada, el Creador y la Creación”

La caligrafía árabe es todo eso. Un instrumento de poder y belleza que merece ser ensalzado como tal. Ser calígrafo supone dedicar toda la vida a este fin, consiguiendo la curva con la inclinación exacta; alcanzando la rectitud más absoluta con cada trazo.  


Hace unos años tuve la oportunidad de realizar un curso de iniciación a la caligrafía árabe en estilo thuluth con Pablo Casado, del cual os hablé aquí. El hecho de haber podido- o al menos intentado- aprender un poco de este arte ha hecho que me enfrentara con más ganas a leer El secreto del calígrafo de Rafik Schami.


Tengo que admitir que la trama no me ha entusiasmado demasiado. Personalmente, algunas partes no aportaban mucho a la historia principal. No obstante, esto se compensaba con dos aspectos que han hecho que siguiera leyendo hasta el final: la historia de la caligrafía árabe y la descripción de Damasco en los años posteriores a su independencia.

La relación que tenemos los europeos con la caligrafía no se acerca-ni de lejos- a la que tienen los árabes. El valor que se le ha dado y se le sigue dando es digno de admirar, porque realmente es un arte. Por ello, conocer un poco la historia de la caligrafía ha sido muy interesante; sobre todo el hecho de aprender sobre la figura de Ben Muqla y su papel en el desarrollo de este campo.

En segundo lugar, lamentablemente, todo lo que he leído últimamente sobre Siria ha sido a partir de 2011 o, como mucho, los años previos. No había caído entre mis manos ningún libro cuyo contexto fuera Damasco en los años 50. Me ha gustado mucho poder ver, a través de un relato de ficción, cómo era la capital siria; la convivencia religiosa; la forma de vida. De hecho, gracias a Schami, creo que más adelante intentaré seguir investigando más en esa etapa histórica del país árabe.

Poniéndolo todo en una balanza, sí que ha habido momentos en los que se me hacía un poco pesado, aunque estos se intercalaban con apasionantes descripciones de Siria o de la caligrafía árabe, compensando así capítulos más lentos con el lirismo característico de los escritores árabes. No lo considero un libro imprescindible, aunque si tenéis interés por alguno de los temas anteriores, seguro que os gustará. 

“Y si se quiere hacer música cuidadosamente con las letras, el espacio entre ellas y entre las palabras aún requiere mayor habilidad. Los espacios vacíos son instantes de silencio. Y, lo mismo que la música árabe, también la caligrafía apuesta por la repetición de determinados elementos que no solo promueven la danza del cuerpo y el espíritu, sino también la separación de la esfera terrena para alcanzar otras esferas”.